He señalado que como uno de los postulados esenciales
de los Critical Legal Studies, expuesto
por el jurista Duncan Kennedy, versa sobre el aliento que ejecutan sobre los estudiantes
de derecho a que otorguen a sus creencias morales y políticas un peso
influyente sobre lo que estudian, la forma en cómo abogados, pueden hacer que
dichos valores morales y políticos influyan en su práctica profesional. Kennedy
pretende generar algo que puedo denominar “conciencia social del abogado”, en
donde se busca que se reflexione sobre el significado del “ser abogado” y la
utilidad que debe revestir ese profesional del Derecho dentro de una sociedad.
En una entrevista efectuada en el año 1987[2],
pese a tener ya algunos años de haberse efectuado la misma, Kennedy refleja
claramente una situación que estimo que al día de hoy afecta de forma
considerable la formación de los actuales y futuros profesionales del Derecho,
a los cuales los teóricos del Derecho les nombran como operadores jurídicos. Alude
que el contenido de los cursos de Derecho impartidos en las escuelas de Derecho
de los Estados Unidos de América, incluida, por supuesto, Harvard, se enseña, o
mejor dicho, se adiestra a los futuros “abogados empresariales” para
convertirse en “aliados de intereses empresarios egoístas; hacen lobby[3]
en contra de la legislación regulatoria y tratan de hacerla pedazos ante los
tribunales; hacen lo mejor posible para destruir los sindicatos, o para
preservar un medio ambiente libre de sindicatos, y por política fiscal
entienden impuestos mínimos. A cambio de toda esta actividad antisocial reciben
grotescas recompensas de dinero, que ellos aceptan sin el menor rastro de
vergüenza”[4].
Señala el Doctor Manuel Ovilla Mandujano que “la
ideología viene a ser una forma de conciencia de un grupo o estrato o sector
que se expresa en su campo propio, regulado por su propia dinámica”[5].
Así existirán tantas ideologías como intereses creados haya[6].
Para Kennedy el derecho es un instrumento para la
protección de los intereses de grupos sociales predominantes en la sociedad;
tornando el debate del ejercicio y educación del derecho como un aspecto de
poder y de política, entendiendo por poder, en términos de Max Weber, como la
probabilidad de imponer la propia voluntad de una relación social, aún contra
toda resistencia y cualquiera que sea el fundamento de esa probabilidad,
referido a la existencia de clases, grupos, estratos o sectores sociales y a
las relaciones entre ellas, en la cual, los miembros de esa sociedad juegan un
papel acorde a sus circunstancias sociales e históricas, imponiendo una clase
social de su propio proyecto político de dominación sobre el resto de la
sociedad[7].
Estimo que es el reconocimiento de lo que en teoría política se les reconoce
como los factores reales de poder[8].
Kennedy traslada esta estructura cognitiva del
fenómeno jurídico a la forma en cómo es expuesta e instruida en las escuelas de
derecho. Escribe el artículo “Legal
Education and the Reproduction of Hierarchy: A Polemic against the System
(La Educación Legal como Preparación para la Jerarquía)” en donde pone de
manifiesto un análisis de cómo la educación jurídica
participa en la producción de lo que estima se
está “pudriendo” sobre el sistema.
Refiere Kennedy, que dicho análisis lo hace en parte
a través de una evocación
novelesca y subjetiva de las presiones sociales y
psicológicas que trabajan para
hacer que los estudiantes se tornen en
los abogados y los ciudadanos que van a participar voluntariamente en la reproducción
del sistema, haciendo
que parezca algo natural.
Entiendo que a través de la enseñanza del Derecho y su experiencia dentro de la
Facultad de Derecho, se alecciona al estudiante sobre ciertos proyectos de
actitudes políticas, ideológicas, económicas, sociales y sobre la perspectiva
de la vida profesional.
Como diría Bauman, la
autoafirmación de la mayoría de los individuos era la de ‘encajar’ en el nicho
que se les había asignado, comportándose tal y como lo hacían los otros
ocupantes; seguimiento de patrones de conducta que son bien vistos y
reconocidos, socialmente hablando.[9]
Se postula que la educación jurídica es una de las
causas de la jerarquía jurídica, la primera sostiene a la segunda, aportándole
una ideología que la legitima justificando las normas que subyacen a ella, es
una ideología que mistifica el razonamiento jurídico. Ubica a la educación
legal como la estructura que formará a los futuros abogados dentro de un
esquema organizativo y jerárquico, entrenándolos para que obtengan un
comportamiento como todos los demás abogados del sistema. Una educación legal que privatiza y monopoliza
el conocimiento, discriminando a cualquier otro tipo de conocimiento, haciendo
el ejercicio de la profesión, una actividad que segrega, que discrimina.
Lo anterior, en palabras de Bauman, “…la posibilidad de que lo que experimentamos como libertad no lo sea en
absoluto…que, viviendo en esclavitud, se sientan libres y por lo tanto no
experimenten ninguna necesidad de liberarse, renunciando a toda posibilidad de
acceder a una libertad genuina”.[10] Deviene en la legitimación de los valores sociales, es decir, creyéndonos libres
nuestros parámetros de vida, nos encontramos constreñidos a cumplir con ciertos
esquemas para crearnos un sistema de pertenencia a la sociedad moderna, sin
percatarnos que dicha sociedad moderna, es la vez, nuestro grillete en el
tobillo; a pertenecer a este gremio de “juristas” entregados por la “verdad
jurídica” pero que en el fondo respondemos a un sistema jerarquizado y
capitalista, alimentándolo con nuestras acciones, haciendo mayor la brecha
cultural, social, económica y política que impera en el capitalismo líquido.
Continuando con este punto, Kennedy reconoce que el
estudio de la profesión de Derecho es observado como un factor de movilidad
social, en donde aquellas personas, cuyos padres no formaron parte de la
inteligencia profesional y técnica, perciben que el acudir a una escuela de
Derecho es un gran paso dentro de su estado social. Precisamente, por ese afán
de pertenecer a un sector o clase es lo que genera el “adiestramiento” referido
por Kennedy termine por someter a los estudiantes de Derecho, futuros
profesionales del Derecho, a cambiar sus esquemas cognitivos y epistémicos del
fenómeno jurídico. Abundando en ello,
dice Bauman que “la ‘sociedad de la
modernidad líquida’ es poco hospitalaria con la crítica…ha encontrado el modo
de acomodar el pensamiento y la acción crítica permaneciendo a la vez inmune a
los efectos de ese acomodamiento, emergiendo así intacta e incólume –
fortalecida en vez de debilitada – de las pruebas y los exámenes a los que la
somete esa política de puertas abiertas.”[11] Es donde manifestamos señales del
adiestramiento, que pese a expresar críticas fuertes al sistema terminamos por
admitirlo y apropiarlo, ya que nuestros argumentos críticos no son lo
suficientemente poderosos como romper el esquema, culminando con un
amansamiento de nuestro caudal ideológico por los patrones sociales que dicta
el gremio.
Ahora bien, partamos del hecho que las facultades de
derecho son lugares eminentemente ideológicos y altamente políticos, en donde
Kennedy percibe un concepción mercantilista del derecho sustentada por un
formalismo organizado acorde a los esquemas de jerarquía y dominación de un
sistema social; el papel de los estudiantes es aceptar las cosas como son
enseñadas (podríamos decir impuestas) formando una forma de pensamiento dócil,
que no contenga ningún resquicio de oposición.[12]
Este esquema educativo es lo que conocemos cuando pronunciamos la frase “Magister Dixit”, como un argumento
incuestionable frente a la autoridad, en el cual, no se puede tomar la palabra
frente a estos “Profesores Eméritos” del Derecho, ni mucho menos se puede
pensar en una creación de debate de ideas, mismas que se van viendo socavadas
por la jerarquía que se vive dentro del aula de la Facultad de Derecho, con la
impartición de la cátedra magistral por algún prestigiado Doctor en Derecho que
no permite argumentos ni ideas en contrario, mucho menos de un estudiante de
licenciatura.
Kennedy señala que la jerarquía del sistema jurídico
comienza desde el momento en que se otorga un trato diferente al profesor en
turno, en la cual se pretende realizar, lo que denomina “una
‘pseudo-participación’ en donde uno lucha desesperadamente, delante de una gran
audiencia, para tratar de leer la mente de un profesor decidido a confundirlo”[13].
Diría Bauman, que “…ser un ejemplo, no una
autoridad…su ejemplo cobra ‘naturalmente’ una autoridad que los ejemplos de
otras personas conseguirán solamente con gran esfuerzo”[14] Ante
la pérdida de confianza en las autoridades, los ejemplos, sobre todo de personas
con éxito y dinero, se tornan en los modelos de vida a seguir por los
individuos de una sociedad, bajo los parámetros impuestos por un capitalismo,
que genera necesidades en la sociedad, para nunca terminar con esa demanda, que
lo sostiene; seguimos el ejemplo del abogado exitoso, a pesar de haber
conseguido gran parte de su fortuna y éxito jurídico por el tráfico de
influencias y su gran propensión a corromper a funcionarios públicos, pero que
reviste una clara imagen de personaje poderoso.
Pero no nada más existe una jerarquización de la
relación profesor-estudiante, sino que también sucede a la inversa, en donde el
estudiante es quien coloca una etiqueta al profesor, dentro de un esquema
diferencial, entre profesores conservadores y progresistas, entre autoritarios
y flexibles. Esta parte es la que, a mi
entender Bauman refiere al individuo “de jure”, expresando que “la ‘individualización’ consiste en transformar la ‘identidad’ humana de
algo ‘dado’ en una ‘tarea’, y en hacer responsables a los actores de la
realización de esta tarea y de las consecuencias de su desempeño.”[15] Este adiestramiento y jerarquización que se
va efectuando, es debido a la supresión del
impulso crítico sobre la realidad que implica la modernidad, acarrea la falta
de una autoreferencia y autocrítica en la que se busque el progreso; no se crea
una conciencia sobre el estudiante de Derecho, sino que únicamente se le premia
por reproducir patrones de pensamiento legitimados por la propia sociedad.
Aunado a ese sistema diferencial de
profesores-alumnos, sobre tendencias conservadoras y progresistas, existe la
crítica de Kennedy sobre el hecho que los temas por debatirse en las clases de
Derecho deben abarcar aquellos casos difíciles, los que les denomina los “casos
calientes”, que dentro de la concepción del jurista, señala que utiliza un libro de casos, pero también materiales fotocopiados
que enseñan las
mismas reglas que las otras secciones cubren, pero que a través de casos se tratan cuestiones que elevan el género, la raza, y cuestiones
de clases sociales”[16].
Es sumamente interesante la manera en que Kennedy va
desarrollando la forma en que se va adiestrando al estudiante de Derecho. Primeramente,
“el contenido intelectual del derecho consiste en aprender las normas, como son
y por qué tienen que ser como son, y al mismo tiempo alguna manera de alentar
al juez de turno que estuviese dispuesto a hacerlas más humanas. La experiencia
básica supone rendirse doblemente: a través de ser pasivo en el aula, y a
través de una actitud pasiva hacia el contenido del sistema jurídico”[17]. Es en mi consideración, y utilizando ideas de
Bauman, ser un “individuo de jure”, ejecutar un ciclo recíproco vicioso, en el
cual el individuo define parámetros por alcanzar, y que a su vez, son los
propios individuos, los instrumentos utilizados por el sistema capitalista, que
en términos del autor, reviste a los individuos de necesidades creadas y
fabricadas de manera que las mismas, sean el propio motor de subsistencia de
dicho sistema capitalista. Un esquema
legal que se encuentra inmerso en el modelo capitalista líquido que refería
Bauman.
El estudiante de Derecho, que al principio desaprobaba
la forma en cómo se concebía el Derecho, termina por ir aprobando
paulatinamente, mediante ese adiestramiento, que les genera una visión de
aceptación y finalmente de deseo, por construir ese esquema cognitivo. La
impresión inicial de un estudiante sobre un “caso caliente”, que generalmente
conlleva un cierto grado de pasión y de percepción subjetiva, se tendrá como fuera
del contexto jurídico, lejos de cualquier argumentación “jurídica, lógica y razonable”,
será irrelevante para los efectos del denominado “razonamiento jurídico”. Dice
Kennedy, “Sin recursos intelectuales, tales como el conocimiento del sistema
jurídico y de las características del razonamiento jurídico, parece que una
respuesta emocional frente a los hechos de un caso sólo lleva al aislamiento y
a la impotencia.”[18] El estudiante y jurista que rompe los
esquemas tradicionales de pensamiento y etiquetas sociales sufre lo que se
denomina un acoso social, por ser diferente; diría Bauman “el hecho de compartir el espacio físico con otros actores abocados a una
actividad semejante añade importancia a la acción, le da su sello de la
‘aprobación numérica’ y de ese modo corrobora su sentido, lo justifica sin
necesidad de mayor argumentación”[19] El
mecanismo de control más eficaz en la actualidad es la propia sociedad, a
través de una legitimación de un código de conducta establecido por un sistema
capitalista, que no permiten modificar la conducta del individuo, so pena de
ser expulsado y recriminado; ser objeto de bullying.
Pero a todo esto, ¿qué es el razonamiento jurídico en
el pensamiento de Duncan Kennedy? El término ‘razonamiento jurídico’, dentro
del esquema criticado por Kennedy, denota aquellas técnicas surgidas de un
riguroso procedimiento analítico, que permiten retener una gran cantidad de
normas, organizadas en sistemas de categorías, que ayudan a la percepción y
análisis de problemas jurídicos, para aprender una serie de argumentos (frases
hechas). Señala el jurista que este razonamiento jurídico, por lo general en la
educación jurídica, acarrea argumentos de conveniencia política a favor y en
contra, que muchas veces son el producto de argumentos de autoridad, cuya
premisa tiene validez por ser autorizada y emitida por mandato del profesor. Menciona
que el razonamiento jurídico puede tener un indudable potencial crítico al
mostrar indeterminación y manipulabilidad de ideas e instituciones del
liberalismo.[20]
La jerarquía y la ideología inducida, dentro de la
educación legal, denunciadas por Kennedy sobresalen con la denotación de
‘razonamiento jurídico’. Se apunta que los profesores intentan persuadir a los
estudiantes sobre el hecho que el razonamiento jurídico, como método, es
completamente ajeno y distinto a cualquier discurso político y ético, pero
sustenta Kennedy que el razonamiento jurídico es una mera técnica de
argumentación jurídica[21];
afirma que “nunca hay una ‘única solución jurídicamente correcta’ distinta de
la solución ética y políticamente correcta para ese problema jurídico […] todo
lo que se enseña, salvo las propias normas y las técnicas argumentales para
manipularlas, es política y nada más”[22].
Ante ello, la enseñanza jurídica, y por ende el
contenido normativo de un sistema jurídico, se erige como una simple adopción
de normas, que encuentra como justificación el razonamiento jurídico, siendo
que dentro de la estructura profunda de dicho sistema, encontramos una serie de
proyectos de argumentos de conveniencia política. Recordemos que, como apuntaba
Roberto Unger, un elemento central de los Critical
Legal Studies es la crítica a la estructura epistémica formalista de los
sistemas jurídicos; la estructura formal, tanto operativa como de creación del
derecho; es la crítica sobre la tendencia epistémica que el derecho es un
sistema de reglas autónomo, del cual siempre es factible deducir cuál será la
ley aplicable para cada caso en concreto.
En esta crítica al formalismo epistémico de las corrientes
iuspositivistas, Kennedy establece que el discurso de los ‘derechos’ es una
trampa por virtud que, al establecerse dentro de una naturaleza “formal”, son
meros protectores de los derechos de los individuos siendo “intencionalmente
ciegos” a la realidad de desigualdad social existente. Señala que esos ‘derechos’ pueden permitir a
los abogados crear estructuras argumentativas para casos en lo particular, pero
que “se carece de guía para decidir qué hacer frente a cuestiones
fundamentales, y está destinado a perder gradualmente la confianza en el poder
de convicción de lo que uno tiene para decir a favor justamente de los
resultados en los que uno cree más apasionadamente”[23].
Es renunciar a lo que yo denominaría como asumir la confianza plena en nuestros
propios sistemas de creencias e ideas, por tomar un esquema argumentativo
“líquido”, en el cual no se planteen soluciones reales a problemas reales y nos
perdamos en simples debates infructíferos, mismos que concluyendo la sesión de
debate, se esfuma y se diluye sobre un elemento líquido para finalmente
desaparecer.
Este discurso de derechos reconoce la distinción entre
las normas y conceptos jurídicos que van siendo impuestos, por una clase
dominante, que van moldeando la ideología social; al caso en concreto, la
ideología del capitalismo y sus intereses, frente a la lucha de lo que el autor
reconoce como grupos desfavorecidos u oprimidos. Kennedy afirma que el poder y sus relaciones
es un juego, cuya duela es el contenido normativo del Derecho, legitimado a
través de la aceptación generalizada de una sociedad, de individuo “de jure”.[24]
Es suficientemente justificable el planteamiento
expuesto por Duncan Kennedy sobre el papel que juega el razonamiento jurídico
en la jerarquización, dentro de un sistema, resultando compaginar tales ideas
con el contenido ideológico liberal que conllevan los programas de las
Facultades de Derecho resulta evidente; ello puede tener una confrontación de
condiciones de verdad con el argumento de Kennedy, con el simple hecho de revisar
los programas de estudio, i.e. el
programa de estudios de la Licenciatura en Derecho de la Facultad de Derecho de
la Universidad Nacional Autónoma de México, en el cual se señala que, como
apunta Kennedy, el contenido normativo de los cursos de Derecho Civil y Penal
contienen la bases del capitalismo “laissez-faire”
de finales del siglo XIX, en donde la intervención limitada del Estado en el
mercado es la única alternativa aceptable, en donde el abogado empresarial debe
ante todo apostar y defender la realización de los negocios, muchas veces sin
importar el costo social de los mismo, ni la estructura propia del Derecho.[25] Esto es como lo describía Bauman, “el juego de la dominación en la época de la modernidad líquida ya no
disputa entre los más grandes y los más pequeños, sino entre los más rápidos y
los más lentos.”[26] Entre aquellos que movilización los capitales
de forma rápida y desprendida completamente del factor territorial.
Hemos mencionado que el texto en cuestión ubica a la
educación legal como la estructura que formará a los futuros abogados dentro de
un esquema organizativo y jerárquico, entrenándolos para que obtengan un
comportamiento como todos los demás abogados del sistema. Pues bien, ello
funciona mediante un esquema de ranking
de los alumnos, y a la postre de los abogados en ejercicio profesional.[27]
Inicialmente a nivel estudiantil, se va estructurando
jerárquicamente en función a la evaluaciones y calificaciones de los
estudiantes, y posteriormente dentro de una concepción de una personalidad
asumida y creada a partir de la prepotencia, de la soberbia, de la humillación,
en el desarrollo de las habilidades, no nada más por cuanto hace a las técnicas
de razonamiento jurídico, sino que también en seguir un patrón conductual,
dentro del cual los profesores son directamente responsables del esquema en
cuestión, ya que premian y alaban toda práctica y conducta que se apega a los
propios criterios de lo que el profesor entiende como “lógica jurídica”
siguiendo su razonamiento jurídico y sus acepciones políticas; caso contrario, será
sancionado socialmente si se niega a adoptar el tipo de discurso racionalista y
dominante que todo el mundo identifica con los abogados, generando el
pensamiento y opresión sobre el estudiante respecto si verdaderamente está
hecho para ser un abogado. Cuando el estudiante se incorpora al mundo laboral,
sigue el mismo patrón conductual de jerarquía, siguiendo una misma ideología,
como diría Kennedy, “se pretende preservar su status de clase…cambiando la
manera de vestirse, de hablar, las opiniones…la relación alumno-profesor es un
modelo para la relación entre los abogados contratados y los socios seniors, así como la relación entre los
abogados y los jueces”[28].
Este fenómeno social, que puede establecerse como
‘incorporación al mundo de los abogados’, es hasta cierto punto entendible y
normal ya que responde al hecho que los individuos están insertos en
situaciones concretas propias de su tiempo y del lugar en donde vive. Los
aspectos culturales modelan de diferente manera la personalidad. Señala Luis
Recasens Sichés que “cada cultura tiende a crear un ‘tipo básico de
personalidad’, el cual consiste en el conjunto de características que son
afines con el ámbito total de las instituciones comprendidas dentro de una
determinada cultura…este ‘tipo básico de personalidad’ refiera a aquellos
aspectos que un individuo tiene en común con los demás miembros de la misma
sociedad, y que lo distinguen frente a los miembros de una cultura diferente.”[29]
Ello nos lleva de nuevo a la idea inicial de este trabajo que en la manera en
la que percibamos la realidad, cada individuo, agregándole carga de ideología y
vivencias personales sobre el derecho y su estudio y práctica, nos permitirá
crear teorías explicativas y/o conceptuales de nuestro modelo de mundo.
Ello es lo que Bauman mencionaba como el ‘anhelo’,
cuando refería que “el arquetipo de la carrera
que corre cada miembro de la sociedad de consumidores (en una sociedad de
consumo todo es elección, salvo la compulsión a elegir, la compulsión que se
convierte en adicción y que por lo tanto deja de percibirse como compulsión) es
la actividad de comprar”[30] en donde, “se necesita un estimulante más
poderoso y sobre todo más versátil para mantener la demanda del consumidor en
el mismo nivel de la oferta. El ‘anhelo’ es ese reemplazo indispensable…”[31] A comprar una imagen, una identidad. El anhelo a pertenecer a un gremio de
profesionales que sirven al ejercicio del poder, pero que conlleva una
distinción social y clasista. Siendo que
precisamente, el hecho de pertenecer a un gremio de abogados, genera en el
individuo que aspira a salir de su medianera clase social, a entrar a como dé
lugar al sistema de la educación legal, “…buscando la seguridad en una
identidad común en vez de buscarla en un pacto de intereses compartidos se
vuelve la manera más sensata, incluso más efectiva y ventajosa, de seguir
adelante.”[32] Esta
forma de “salir adelante” se consigue mediante una renuncia a muchas facetas,
frente a la veleta que puede significar conseguir los objetivos, pero ¿qué
objetivos pretendo? La modernidad líquida, que refería Bauman y que muy bien
ejemplifica Kennedy, implica una capacidad de negociación indispensable para
saberse mover de una lado a otro, como se maneja la política hoy día, sin tener
una ideología plenamente definida.
Todo lo anterior conlleva a resaltar lo que Kennedy
señala como la limitación que genera la educación legal a los estudiantes. Afirma
que, primeramente, la educación legal, tal cual es impartida, incapacita a los
estudiantes para poder ejecutar otro tipo de habilidades, de naturaleza
multidisciplinaria, pudiendo únicamente ejercer en un único foro: el ámbito
legal; segundo, la enseñanza legal crea un abismo entre la doctrina teórica y
el desarrollo de las habilidades prácticas; y, tercero, que la educación legal
convence a los estudiantes a que deberán de trabajar dentro de cualquier
institución sin más responsabilidad que el desempeño de la tarea para la cual
fue contratado. Vuelve a los estudiantes
y futuros profesionales del Derecho en auténticos “Zombis” del sistema
capitalismo líquido.
Concluyendo, hemos afirmado a lo largo de esta
exposición, que el pensamiento de Duncan Kennedy se dirige a los grupos
socialmente oprimidos y, como visión ‘alternativa’ del derecho, les ofrece que
se consideran
activistas resistentes al sistema, una forma de dar
un poco de sentido a todo esto es tener en cuenta que
los abogados progresistas hacer cosas que son
interesantes y éticos y políticos en todos los ámbitos de la vida americana; que la resistencia es una
actitud que se
convierte en una actividad,
y a la postre se convierte en un hábito, que como el hábito del ejercicio, te
sientes aburrido e inútil cuando no estás creando
problemas para alguien de alguna manera.
Es un esfuerzo por inculcar en los
estudiantes y profesionales del Derecho aquello que Bauman diferenciaba entre
individuo de jure y el individuo de facto, cuando afirmaba que “existe una
enorme y creciente brecha entre nuestra condición de individuos de jure y
nuestras posibilidades de transformarnos en individuos de facto – o sea, de
tomar el control de nuestro destino y hacer las elecciones que verdaderamente
deseamos hacer – .”[33] Es romper con la creencia que los abogados
son meramente “zombis” al servicio de un capitalismo líquido y voraz.
Ello es lo que genera una personalidad concreta
individual, con base en respuestas que cada miembro de un grupo social va
desarrollando desde la visión de su propia realidad bio-psíquica, “de la
singularidad única de su yo, así como en función de sus experiencias en la
vida”. Y aunque puedan existir rasgos comunes, dentro de los miembros de dicho
grupo social, cada individuo es el responsable de la creación de su propia
personalidad, es lo que Duncan Kennedy llama el ‘método de la denuncia’,
citando lo que denota por dicho término para concluir este trabajo, a partir
del cual “uno tiene que desarrollar una teoría propia acerca de qué cosas son
enseñanzas válidas de habilidades técnicas y qué cosas son puro
adoctrinamiento, y el deseo ambivalente de ser exitoso pese a todo puede
sabotear la propia independencia”.[34]
SERGIO TAPIA TREJO
[1] Resulta particular el pensamiento de Duncan Kennedy,
por cuanto hace a la crítica del sistema de derecho que se expone a lo largo de
este trabajo, inclusive contradictorio con el estilo de vida que expresa vivió
durante su infancia, sobre todo en la ardua defensa que monta para la
protección de grupos vulnerables y socialmente oprimidos, ya que su origen se
remonta a un esquema de clase social media alta, en donde su padre fue
arquitecto, su madre era poetisa, acudió a colegios privados y en donde toda su
vida se ha dedicado a la academia, salvo un periodo de verano, que laboró en un
despacho jurídico, así como que durante seis meses fue asistente legal en una
oficina de servicios jurídicos.
[2] Kennedy, Duncan. ¿Son los
abogados realmente necesarios? op. cit., pág. 404.
[3] No obstante la crítica de Duncan Kennedy, la figura del ‘lobby’ en los
Estados Unidos de América es regulada por vía de legislación federal. Para profundizar en el tema respecto de esta
figura anglosajona he consultado la Revista Chilena de Derecho, versión On-line
0718-3437 v.35 n.1 Santiago, abril 2008, que consulté al día 12 de noviembre de
2011 en la página web http://www.scielo.cl/scielo.php?pid=S0718-34372008000100005&script=sci_arttext
[4] Kennedy, Duncan. ¿Son los abogados
realmente necesarios? op. cit., pág. 404.
[5] Ovilla Mandujano, Manuel, Teoría
Política, 3ª Edición, 1992, pág. 11.
[6] Ibídem, pág. 7.
[7] Weber, Max, Economía y Sociedad,
pág. 43 aludido en la obra de Ovilla Mandujano, Manuel, op.cit., nota 21, pág.
21.
[8] Un estudio de las circunstancias que revisten los Factores Reales de
Poder en nuestro país es expuesto por el Ex Rector de la Universidad Nacional
Autónoma de México, el Doctor Pablo González Casanova, de su libro “La
democracia en México”, que aparece comentado en la obra del Doctor Manuel
Ovilla Mandujano, Teoría Política,
op. cit., págs. 166-180.
[12] Kennedy, Duncan, Legal
Education and the Reproduction of Hierarchy: A Polemic against the System (La
Educación Legal como Preparación para la Jerarquía), Publicado en DAVID
KAIRY’S (ed.), The Politics of Law, Nueva York, Pantheon, 2a ed., 1990. Publicado en
español en COURTIS, C. (Comp.), Desde otra mirada, Buenos Aires, Eudeba, 2000. Traducido por María Luisa Piqué y Christian
Courtis, págs. 117-118.
[13] Ibídem, pág. 120.
[16] Kennedy,
Duncan, Legal Education and the
Reproduction of Hierarchy: A Polemic against the System, op. cit., pág.
122.
[17] Idem.
[18] Ibídem, pág. 123.
[20] Kennedy,
Duncan, Legal Education and the
Reproduction of Hierarchy: A Polemic against the System. op. cit. págs. 123-125.
[21] Estos esquemas de argumentación jurídica pueden verse a profundidad en
el pensamiento de Duncan Kennedy en los artículos “Libertad y Restricción en la
Decisión Judicial” y en “Una alternativa de la Izquierda Fenomenológica a la
Teoría de la Interpretación Jurídica de Hart/Kelsen”. Pueden ser consultadas en
la página web del autor http://www.duncankennedy.net/home.html
[22] Kennedy, Duncan, Legal Education
and the Reproduction of Hierarchy: A Polemic against the System (La Educación
Legal como Preparación para la Jerarquía), op. cit., pág. 128.
[24] Ibídem, pág. 131.
[25] Dentro de este contexto, quiero resaltar la problemática que surge
dentro de la aplicación de las normas y principios del Derecho de la
Competencia Económica, ya que mientras tenemos una Institución reguladora del
área, los emporios y monopolios empresariales continúan subsistiendo en
detrimento de la libre concurrencia en los mercados. Para muestra basta
mencionar el duopolio televisivo y el monopolio de facto existente en las redes de telecomunicaciones.
[26] Bauman, Zygmunt, op. cit., pág. 198.
[27] Kennedy, Duncan, Legal
Education and the Reproduction of Hierarchy: A Polemic against the System (La
Educación Legal como Preparación para la Jerarquía), op. cit., págs. 125-144.
[28] Ibídem, págs. 136-139.
[29] Recasens Sichés, Luis, Sociología,
3ª edición, México, Editorial Porrúa, 1960, pág. 181.
[30] Bauman, Zygmunt, op. cit., pág. 79.
[31] Ibídem, pág. 81.
[32] Ibídem, pág. 115.
[34] Kennedy,
Duncan, Legal Education and the Reproduction
of Hierarchy: A Polemic against the System (La Educación Legal como Preparación
para la Jerarquía), op. cit., pág. 145.
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